martes

Un estudio de grabación propio


“(…) toda la educación de las mujeres debe referirse a los hombres. Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar por ellos, educarlos de jóvenes, cuidarlos cuando crezcan, consolarlos, hacerles la vida agradable y dulce: he ahí los deberes de las mujeres en todo tiempo, y lo que debe enseñárseles en su infancia.”
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Emilio o la educación.

Desde hace unos treinta años a esta parte han proliferado eventos musicales relacionados con las mujeres compositoras e intérpretes: publicación de enciclopedias, diccionarios e historias sobre las mujeres en la música, aparición de discos y celebración de festivales centrados en música de mujeres compositoras de todos los tiempos, etc. Pero esta situación no ha sido siempre así, baste echar una ojeada a las historias de la música tradicionales para darse cuenta de que la presencia de las mujeres en ellas es ninguna. Esto no significa que realmente no existieran mujeres compositoras o intérpretes.
Las mujeres, para poder desarrollar una verdadera profesión musical, han encontrado a lo largo de la historia situaciones muy diferentes a las que vivieron sus coetáneos masculinos.
El primer obstáculo que tuvieron que sortear fue el acceso a la formación. Así, durante el Renacimiento, la forma más común de adquirir una adecuada formación musical era entrar a formar parte de una capilla musical religiosa como niño de coro. El género femenino en su conjunto tuvo prohibida durante siglos esta vía. Era frecuente, sin embargo, encontrar mujeres compositoras o intérpretes, principalmente de los siglos XVII al XIX, con conexión familiar con algún músico varón: Francesca Caccini, Anna Magdalena Bach, Nanerl Mozart, Fanny Mendelssohn, Clara Schumann, Alma Mahler, etc. El motivo es que otros caminos para acceder al conocimiento de la música, incluso los más comunes, eran más difíciles de alcanzar para ellas que para sus colegas masculinos. La relación con los conservatorios, nacidos en el siglo XVIII, tampoco fue sencilla, ya que no fueron admitidas mujeres en clases de composición hasta finales del XIX. Lo cierto es que el reducido número de mujeres que lograron desarrollar carreras musicales con gran proyección, está en relación directa con el hecho de que muy pocas tuvieron la oportunidad de formarse con grandes maestros y compositores de los que recibir una formación de primera línea .
Por otra parte, fue necesario también para las mujeres la superación de ciertos prejuicios a cerca del repertorio que tradicionalmente les había sido asignado. Durante todo el siglo XIX y también parte del XX, existía un tipo de composición musical aceptado para ser interpretado o compuesto por las mujeres, me refiero a un repertorio que podemos denominar “de ámbito doméstico” y que estaba integrado por piezas cortas para piano, lieder o canciones y poco más. Si una mujer decidía dedicarse a componer sinfonías, óperas, cantatas u otros géneros “serios” y considerado “masculinos” era recibida, generalmente, con hostilidad. A pesar de todo, sí las hubo.
Nuestro pequeño homenaje a algunas de estas mujeres puedes verlo en el siguiente vídeo:



Estas y otras cuestiones han sido desarrolladas en profundidad por autoras actuales como Susan McClary (Femenine Endings: Music, Gender, and Sexuality, Minneapolis, 1991) y Pilar Ramos López (Feminismo y música, Madrid, 2003)

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